Maldita II: La Respuesta
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About this ebook
"Maldita II: La Respuesta" presenta el desenlace de una historia que comenzó hace mil quinientos años: una aventura en la que no pocas generaciones buscaron la salida que los liberara de una maldición.
Ciertamente, su autor no tenía pensado escribir la segunda parte de "Maldita: Tu Vida, Tu Bendición", obra en donde todo inicia. Sin embargo, al tener el privilegio de leer el original antes de su publicación, quedé tan fascinada y con tantas interrogantes que le insistí que realizara la segunda parte. Estoy segura de que a todos aquellos que leyeron la primera parte les sucedió lo mismo.
En este viaje a través de la historia, sus personajes nos muestran la eterna lucha del ser humano y sus sentimientos: odio, poder, ambición, venganza, honor, traición y amor. Cuando miramos hacia adentro, hacia nuestro corazón, con los "ojos adecuados", encontramos la "puerta" para salir de la "maldición", que simplemente es el desafío que la madre vida nos entrega como un juego, del cual solo nosotros podemos liberarnos. Es una obra llena de misterio que toca las fibras más sensibles del ser humano; divertida, atrevida, real, con un profundo mensaje de amor que nos abre la puerta de la espiritualidad. Solo tenemos que leerla con los ojos adecuados.
Alicia Lepe Larosa
Editora
Cristian Arredondo del Real
EnglishI am Cristian Arredondo del Real, Chilean, 59 years old. Finally, I am writing to share the wonder of having the life I dreamed of Engineer by profession, therapist in subtle energies from the heart. All happened because, from a very young age, I felt that life should be something else, something more than only what I saw and that I had to accept without question. I traveled the world looking for the meaning of life; I became a devotee of a great teacher seeking spiritual enlightenment; without him, it would have been tough, and with Him, it was, too. Finally, I discovered it was me who didn't understand his words. The day I no longer cared, and I stopped looking, it happened; just like he always said, it is challenging to find looking outside what you already are inside. About that journey, I will write. My first book is "Damned .... your life your blessing.Cristian Arredondo del Real(Sw Jivan Nishanka)EspañolHola amigos, Soy Cristian Arredondo del Real, chileno, 59 años . Finalmente estoy escribiendo como una forma de compartir la maravilla de tener la vida como la que soñé, Ingeniero de profesión , terapeuta en energías sutiles del corazón. Todo sucedió porque desde muy joven sentí que la vida debía ser más que solo lo que veía y que debía aceptar sin cuestionar . Viaje por el mundo buscando el sentido de la vida , me convertí en devoto de un gran maestro buscando la iluminación espiritual, sin él hubiese sido muy difícil y con él también lo fue , era yo el que no entendía sus palabras. El día que ya no me importo que deje de buscar sucedió, tal cual él siempre lo dijo , es difícil encontrar buscando fuera lo que ya eres por dentro . De ese viaje escribiré . Mi primer libro, es " Maldita ....tu vida tu bendición ".Cristian Arredondo del Real(Sw Jivan Nishanka)
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Maldita II - Cristian Arredondo del Real
Han transcurrido mil quinientos años desde el crimen salvaje cometido por dos princesas en contra de su hermano, el heredero, y de su madre, la reina, hecho que originó la maldición, que tanto dolor llevó a muchas generaciones y aún continúa sin solución. Avanzado el siglo XXI, la maldición se activa con una potencia brutal. La nueva Escogida, Eugenia, deberá salvar a su linaje, ¿lo logrará? Al frente, sus primas del linaje enemigo, sumamente poderosas y con el mismo objetivo. La lucha será despiadada en lo terrenal y en lo invisible. Eugenia, la inteligente principiante, ¿será capaz de descifrar el enigma, recuperar la llave, encontrar la puerta y salir hacia la liberación? La maldición dio indicios de que habrá un linaje condenado para siempre. ¿Cuál de los dos será?
Capítulo I. Eugenia Arredondo Piast
1995. Zapallar, Chile. Absorta en sus recuerdos y pensamientos sacudía el polvo acumulado en los muebles. Había regresado a Chile después de años en el extranjero. Se instalaría en la casa monumental que le obsequió Olga Chacón Silva, nuestra abuela paterna cuando aún era niña. En ese lejano momento ella estaba presente, recordaba cada palabra que Olga dijo a sus padres, Vicente Arredondo Chacón y Rosario Piast Ríos. Los recordaba a ellos frente a Olga, la cual miraba incisivamente a su madre con una expresión que la marcó para siempre, al tiempo que les dijo. Esta propiedad es de mi nieta, vivirán aquí como un favor desde ella hacia ustedes. Cuando Eugenia decida tendrán que irse de aquí. Sepan que la construí al lado del cementerio porque ahí estaré, haré que me entierren de pie, estaré siempre mirando hacia esta casa. Quienes de esta vida pasan a la otra por ese lugar —señaló el cementerio— y quienes de esa otra vida pasan hacia esta por ese mismo lugar, también estarán vigilando… ¡No se atrevan a incumplir!
Tiempo después, Rosario no solo se atrevió a desafiar las órdenes de Olga, fue mucho más allá. Había llegado el día. Sus padres estaban divorciándose, tendrían que traspasar y entregar formalmente la casa a Eugenia. Lo hablaron y ambos estaban de acuerdo, lo harían legalmente una vez concluidos los trámites del divorcio.
Eugenia, ya una mujer adulta, preparaba feliz la llegada de su padre, quería recibirlo y acompañarlo en esos días difíciles posteriores al divorcio, lo adoraba. Cada objeto que movía, cada sonido, cada olor, particularmente el de la humedad, le traía recuerdos, en especial, los veranos de su niñez jugando con los amigos de su hermano Ignacio. Ella no podía invitar a ninguna amiga porque su madre se negaba a cuidar «niñitas ajenas» decía. Se asomaba al parque y le gritaba «¡cuidadito tú con los niños!». Como si fuesen ellos los que debían cuidarse de la traviesa Eugenia. Con apenas cuatro años manifestaba «no me voy a casar ni tampoco tendré hijos». Rosario la miraba detenidamente, era inusitado que una niña tan pequeña expresara algo así y menos que lo entendiese, por lo que la reprendía para corregirla, aunque no era eso, era algo más: la opacaba, menospreciaba, lo hacía solapadamente, sabía que Olga vigilaba constantemente.
Cuando Eugenia aún no cumplía los cinco años su abuela paterna les advirtió a sus padres que les cortaría cualquier tipo de «ayuda» si llegaba a saber de algún maltrato hacia su nieta. La «ayuda» a la que se refería era al menos de doce mil dólares mensuales de hoy más la casa de Santiago de Chile, ubicada en el sector de Lo Curro, comuna de Vitacura, una zona que alberga a familias con altos ingresos. Uno de esos días por el camino de entrada de la casa apareció el auto negro de Olga, Rosario y Vicente salieron a recibirla. El carro se detuvo, se abrió la puerta trasera, Olga descendió del auto, el chofer se quedó al volante.
—No me quedaré a almorzar, vine solo a avisarles que tienen dos semanas para abandonar esta casa, la habitará Diógenes tu hermano mayor —dirigiéndose a su hijo. —Por ahora es la casa, si vuelvo a saber de un maltrato la cooperación mensual baja a la mitad. Esa será la segunda advertencia, la tercera ya no será advertencia, el más mínimo detalle que sepa al respecto —lanzó una mirada a la pequeña Eugenia— se las arreglarán por sí mismos, pero además me tendrán como enemiga. ¿Se entendió?... ¿Se entendió Rosario? Muy bien, tienen dos semanas —sin darles tiempo a reaccionar se subió al auto y se fue.
Dos semanas después ya vivían en otra casa más pequeña en la misma comuna. Para Rosario que su hija tuviese comunicación con su abuela Olga, o sus primos Jimena, Felipe o yo era pecado mortal. Obviamente lo disimulaba porque sabía a quién tenía en frente, sabía el peligro que significaba su suegra y que los recursos para nada despreciables que les entregaba era la forma legal de acceder a Eugenia, pero también sabía que si traspasaba el límite permitido por la doña le esperaría un destino similar al de su amiga Victoria Delano. Rosario Piast sabía que su hija Eugenia era del linaje enemigo, el de los collares, aun así, no lo sabía todo, Olga por supuesto que sí sabía todo. La «ayuda» era una advertencia. Eugenia, hinchapelotas desde pequeña, hacía palidecer a su madre cuando le comentaba. —Ayer vino mi abuela Olga y fuimos a pasear —no se trataba de un simple paseo, era un paseo astral.
Rosario Piast, Marta Vial, Victoria Delano y Carolina del Real todas nueras de Olga y sus nietas Paula, Andrea y Pamela era un grupo muy cerrado, ellas eran del linaje enemigo, el de los anillos. Eugenia muy niña, ajena a todo esto quería con inocencia a su progenitora y a su hermano, pero a su padre lo adoraba. Desde niña muy inteligente, no se dejaba intimidar fácilmente, a cambio del trato que recibía de su madre y su hermano se defendía, su pasatiempo preferido era molestar a Rosario. Ya más grande, en cierta ocasión su madre comentó en tono irónico delante de sus hermanos que estaban de visita.
—Ella baila de noche —insinuando que trabajaba de toplera.
—¡Bueno ya! —respondió Eugenia. —Pero yo nunca le hice dos hoyitos en el techo al Fiat 600 para enganchar los tacos aguja, así no cansar los muslos cuando te tenían con las piernas abiertas por mucho rato —sonriéndole burlonamente.
—¡Déjese de inventar tonteras! Falta de respeto —replicó visiblemente indignada en tanto su hija le arrojaba sobre la mesa las fotos del auto con los hoyitos en el techo, retirándose con un gesto sarcástico.
En una de las comidas fastuosas que Rosario acostumbraba a hacer, a Eugenia se le ocurrió presentarles a todos los invitados la puta de la esquina como su mejor amiga, el desconcierto fue total. Tempranamente supo que su madre determinó que ella no necesitaba dinero, pero su hermano sí, que no necesitaba auto, pero su hermano sí y que ser ingeniera civil no era motivo de felicitaciones. Se defendía de una forma implacable. Estando Rosario con sus amistades, entró Eugenia, eso bastó para que su madre inmediatamente empezara a hablar de Ignacio, de lo fantástico de haberse titulado de ingeniero comercial, de lo perspicaz y buen hijo que era. Eugenia se reía indiferente casi disfrutándolo. —No me importa que no encuentres mérito en que yo sea ingeniera civil industrial, pero