Mientras me conducía a la parte trasera de la tienda, la luz del mundo exterior se desvanecía en un bosque enmarañado de chucherías y curiosidades, comencé a pensar que tal vez, finalmente, había encontrado el lugar y que esto, después de toda mi búsqueda, podría ser algo especial.

Había estado recorriendo las tiendas de chatarra, los anticuarios y las tiendas de curiosidades de esta ciudad en particular durante más de un mes, examinando las innumerables y múltiples colecciones de delicias dispares en busca de ese tesoro que sería la pieza central de mi exhibición. Es cierto que había descubierto varios artefactos interesantes entre el cuerno de la abundancia de escoria y cosas inútiles, pero nada que me llamara la atención como un objeto de curiosidad genuino y único, como que pudiera hacer que los visitantes de la exhibición se quedaran boquiabiertos o forzaran a los diminutos pelos en la parte de atrás de sus cuellos para erizarse. Ahora, finalmente, esperaba, haber encontrado tal artículo.

La exposición “Criaturas, colecciones y curiosidades” se había reservado durante meses. La idea era organizar una habitación de la galería con la apariencia de una antigua tienda de curiosidades, superponiendo y almacenando una amplia gama de “cosas” de todo el mundo y mostrando a través de estos objetos sólidos y tangibles, el poder de la narrativa. Mi idea era que el visitante pudiera recorrer estos objetos y artefactos con unos auriculares que le permitieran acceder a la información de cada pieza a medida que la levantaban o la señalaban.

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